"Pablo y Virginia": La felicidad
- Emilio López
- 6 jun 2018
- 6 Min. de lectura
¡Hola de nuevo, estimados lectores! En esta ocasión les traigo una de las novelas más bellas, románticas y empalagosas que he leído: Pablo y Virginia (1788) de Bernandín de Saint Pierre (1737-1814). Este es un relato que nos recuerda un poco al Génesis, pues Pablo y Virginia son una reencarnación de Adán y Eva. Sin embargo, sus críticas sociales se disfrazan de romanticismo puro. Si amas el romance con un poco de drama, este libro es para ti. Pero, si crees que John Green es lo más empalagoso que has leído, Saint Pierre será otro nivel.

El tema de la felicidad, en el desenvolvimiento de la historia, se ve retratado en la igualdad, la inocencia y la bondad de los personajes. Asimismo, la familia tiene un papel muy importante en el desarrollo de este sentimiento. Bernardin de Saint-Pierre (1787) nos deja muy claro este tema en su prólogo: “Me he propuesto también poner en evidencia algunas grandes verdades, entre otras la siguiente: que nuestra felicidad consiste en vivir según la naturaleza y la virtud”. Esta afirmación se cumple según vamos avanzando en la lectura. Sin embargo, la felicidad no es una constante. Al principio, las dos madres, Margarita y Madame de la Tour, comienzan como desdichadas, totalmente tristes y solas, hasta que se encuentran. Luego, hay un momento de estabilidad para ambas familias mientras Pablo y Virginia son niños. No obstante, el estado de calma y alegría llega a su fin cuando se empiezan a descubrir los sentimientos de los dos jóvenes. Así que, si bien Saint-Pierre nos demuestra que la naturaleza y la virtud son causa de felicidad, también nos enseña que la desgracia es un efecto de ella y sus excesos.
La igualdad de condiciones, en las que viven nuestros personajes, es causa de alegría en la Isla de Francia. En el comienzo de la novela, ambas madres se sienten satisfechas y en paz una con la otra, pues cada quién obtuvo una parte equitativa del terreno:
“Formé con el terreno dos porciones más o menos iguales; una comprendía la parte superior de este recinto, desde esa cima de risco cubierta de nubes, de donde sale el manantial del río de las Latanias, hasta esa abertura escarpada que ve en lo alto de la montaña, y que se llama la Tronera, porque semeja, en efecto, a la tronera de un cañón” (Saint-Pierre, 1787).
Esta equidad favorece a la creación de un ambiente sano. Durante la Revolución Francesa vemos que la desigualdad causó descontento, lo cual generó violencia. Nadie es feliz en situaciones desiguales. Quizá por esta razón, Saint-Pierre crítica al orden social diciendo que entre más iguales las condiciones, más felicidad habrá. Tomemos como ejemplo la relación de patronos y esclavos. Margarita y Madame de la Tour tratan a Domingo y María con respeto e igualdad. Era más una relación de amistad y servicio que de esclavitud. El caso contrario sucede con la esclava negra. Ella es maltratada por su patrón. Al encontrarse con Virginia, ella la trata como su igual dándole de la misma comida. En esta mínima acción ocurre un cambio en el humor de la esclava. Pasa de estar triste y deprimida a regocijarse por encontrar “blancos buenos”. “-«Ángel de Dios, replicó la negra, la seguiré donde vaya.»” (Saint-Pierre, 1787). Sin embargo, estas ideas pueden prestarse a debates políticos y económicos.

Por otro lado, al compartir sus bienes y servicios, los personajes eran felices. “Compartían ya con sus madres todos los cuidados de la casa” (Saint-Pierre, 1787). Al contrario de la tía de Madame de la Tour que tenía todo el dinero posible, pero era una cascarrabias soberbia y orgullosa:
“Tenía esta mujer en Francia una tía, distinguida soltera, rica, vieja y devota, que con tanta dureza le había negado ayuda cuando se casó con el señor de La Tour, que se prometió a sí misma no recurrir nunca a ella, fuera cual fuera el calvario que pasara” (Saint-Pierre, 1787).
La inocencia y la bondad son, a su vez, fuente de felicidad en la novela. Estas características, más la igualdad, nos muestran el modelo del “buen salvaje”. Este mito explica la naturaleza de la raza humana. “Rousseau imaginó al hombre en su estado primigenio como un ser incorrupto, justo y pacífico” (Ziegler, 2010). Pablo y Virginia viven alejados de la sociedad, por lo cual son inocentes y bondadosos:
“Todo su estudio consistía en complacerse y ayudarse. Por lo demás, eran ignorantes como criollos y no sabían leer ni escribir. No se preocupaban de lo ocurrido en los tiempos remotos y alejados de ellos; su curiosidad no se extendía más allá de esa montaña. Creían que el mundo se acababa donde acababa su isla; y no imaginaban nada acogedor allí donde no estaban” (Saint-Pierre, 1787).
Según el mito de Rousseau, ellos, al tener contacto con la vida en sociedad, pierden todas esas virtudes que los hacen vivir felices. “La sociedad es fuente de todos los males” (Ziegler, 2010). No obstante, está no es la razón de la desdicha de nuestros héroes. Virginia empieza a perder el estado pleno y alegre cuando se da cuenta que siente algo por Pablo:
“Sin embargo, desde hacía algún tiempo Virginia se encontraba agitada por un mal desconocido. Sus bellos ojos azules se veteaban de negro, su tez amarilleaba; una languidez abatía todo su cuerpo. Ya no había serenidad en su frente, ni sonrisa en sus labios. Se la veía de pronto alegre sin regocijo, y triste sin pena” (Saint-Pierre, 1787).
La pérdida de la felicidad en la novela comienza desde este momento. Ambas madres principian a preocuparse por el futuro de sus hijos, pues están envejeciendo; Virginia no se siente en paz en ningún momento; Pablo se ve abatido por el estado de su “hermana”; y María y Domingo empiezan a sentir el peso de la edad. Existe aquí una contradicción: el amor es el causante de la desgracia. Este sentimiento, tan puro y que exige darlo todo, propicia la separación y muerte de nuestros héroes. Por amor o por virtud, en palabras del narrador, Madame de la Tour manda a su hija a Francia creyendo que la separación será provechosa para los jóvenes. Sin embargo, también, por amor, Pablo cae en la depresión cuando ve a Virginia morir. “Estaba como un hombre que quiere salvar a un amigo que se hunde en medio de un río sin querer nadar. El dolor lo había sumergido” (Saint-Pierre, 1787). Así es que la felicidad que ellos sentían por amor la perdieron. Como diría Voltaire: “No hay efecto sin causa”.

Por último, la familia. En nuestra sociedad, el ente familiar es la principal fuente de alegría. Este hecho también se evidencia en la novela. Al no tener nada ni nadie más que a sus hijos y sus esclavos, Margarita y Madame de la Tour dedican el 100% a que todos sean felices. El personaje de Madame de la Tour es el que más refleja esta cualidad. Ella era una joven rica que por amor se sumergió en la desgracia, pero que también obtuvo su felicidad por este sentimiento. “Provenía de una antigua y rica casa de su provincia; pero la había desposado en secreto y sin dote, porque los padres de su mujer se habían opuesto al matrimonio, dado que él no era de noble linaje” (Saint-Pierre, 1787). Ella tenía “todo”, pero no era feliz. Hasta que se encontró a Margarita y tuvo a su hija, supo lo que era tener una verdadera familia, su fuente de felicidad. “Hijos míos, sois la causa de mi pena; pero también me alegráis. ¡Oh! mis niños queridos, la desgracia no me ha venido más que de lejos, la felicidad está a mi alrededor” (Saint-Pierre, 1787). Sin embargo, no es la única que siente ese afecto y alegría que le brindan sus seres queridos. Pablo y Virginia también se sacrifican por los que aman. Pablo decide no ir a la India por cuidar a su madre, su “tía” y su “hermana”. “¿Por qué quiere que deje mi familia por no sé qué proyecto de hacer fortuna?” (Saint-Pierre, 1787). Esta cita nos evidencia que él sabía que la fortuna no le daría la felicidad, solo su familia podía dársela. Por otro lado, Virginia también deja todo en Francia para regresar al lugar donde se sentía completa. “Ahora sólo era sensible a la felicidad de volver a ver y a abrazar a su querida familia, y que habría satisfecho este ardiente deseo en el mismo día, si el capitán le hubiera permitido embarcarse en la chalupa del lemán” (Saint-Pierre, 1787).

En conclusión, la felicidad que nos plantea Saint-Pierre está basada en las ideas de Rousseau. Ser justo, bondadoso e inocente nos garantiza vivir en este estado, según el mito del “buen salvaje”. No obstante, Bernandin nos muestra otra verdad implícita de este sentimiento: Dependemos de alguien para ser felices, ya sea de nuestra familia o pareja. En la actualidad se nos dice “sea feliz sin depender de nadie”, pero no es tan sencillo. Si somos como Pablo, nuestra plenitud estará al lado de nuestra “amada” o “amado”. En cambio, si somos como Virginia, seremos felices si obedecemos a las demandas de otros. Por esta razón, el planteamiento de Rousseau me parece incompleto, pues si todas nuestras desgracias vienen de la sociedad, también nuestra felicidad depende de ella.
REFERENCIAS
de Saint-Pierre, B. (1787) Pablo y Virginia. [Versión digital] Extraído de:
Ziegler, K. (2010) El mito del buen salvaje. Extraído de: https://www.elespectador.com/opinion/el-mito-del-buen-salvaje-columna-210039
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